viernes, mayo 25, 2007

Hasta el amanecer 4




CAPITULO IV

- Estás muy seria, Lucía. ¿No te han llegado las cartas del novio?
- Vale ya, Luis. Déjala - dudó un instante - ¿estás bien Lucía?
- Si, estupendamente Marta - encima es amable, pensó Lucía consternada, y guapa, tiene buen gusto.
- Ehhh!... anda que esperáis.
- :D... César, para variar, como nunca el último. Ya nos íbamos, sabes?
- Joer, Eva, si es que nunca me decís a donde vais hasta que ya estáis en camino, así no hay forma.
- ¿Pero tú has mirado hoy el almanaque, tonto? Dime qué día es hoy.
- ¿Hoy? pues...
- San Juan. San Juan!!...
Lucía no pudo evitar ver la mirada cómplice que unió por un momento los ojos de Eva y Marta.
- Ostias, es verdad.
- Claroo, hombre, nos vamos de hogueras, ¿verdad que sí Lucía? Lucía... ¿Lucía?... tierra llamando a Lucía, tierra...
- Si, Luis, claro. Es lo más bonito de San Juan ¿no?. Las hogueras, sólo que este año no tengo libros ni apuntes que quemar - esbozó una mueca irónica -.
- ¿Tú nunca has visto las hogueras en la playa, verdad?
Parecía que a Marta le había caído simpática, era increíble lo que hablaba en una tarde esa niña, y cada roce ¿casual? que le daba a la pierna o al brazo de Eva se le clavaba en el alma.
- Esta noche las verás, ella - señalando a Eva - lo tiene todo preparado, su padre le ha dado algunas redes viejas y él - señalando a César - traerá trast... digo muebles viejos de su casa... Va a ser una noche única.
Otra vez la mirada. Lucía se alejó ligeramente del grupo y empezó a caminar hacia la acera que estaba más cerca del mar.
- Lucía ¿dónde vas?
- Déjala, ya se le pasará, parece que necesita aire.
- ¿Y tú qué sabes de mujeres César? Eh, Lucía, Lucía!
- Este Luis... - Marta pensativa se giró hacia Eva - tú que la conoces mejor que nadie ve, anda, y quítale a ese pesao de encima.
El fuego sobre el mar era tan perfecto que alguien podía haber pensado que las llamas le estaban haciendo el amor a las olas; las ramas y los muebles crepitaban compitiendo con el rumor de la espuma que venía a morir a la orilla, las chispas saltaban jugando con el aire que llamaba a la brisa del sur para gritar al viento, al mundo, a las estrellas, que ellos eran los jóvenes, los de las miradas fugaces, los de la vida en un puño, y lo sabían. Aquellas llamas sólo propagaban una verdad, el presente es tuyo ¿puedes sentirlo?
- ¿Quién me ha pedido un Martini? - gritaba César a pleno pulmón.
- Yo! Y dame otro para Jesús
- Que sean dos.
- A ver cómo suena esto... - Marta fue a agarrar a Eva de la cintura.
"¿Yo quiero bailar, toda la noche...?"
El calor de las hogueras se iba uniendo, poco a poco, con el de la gente del pueblo que llegaba, bailando, saltando, besándose...
Lucía consintió en bailar con Luis que ya no sabía qué hacer para llamar su atención.
- SEEE QUE CUANDO LLEGA EL CALOR LOS CHICOS SE ENAMORAN... ES LA BRISA Y EL SOLLLL... ACÉRCATE, VEN, MI DESEO TE CONFESAREEEEEE...
- Luis!! Que va a llover...:D...
- Ayy... si es que no me entienden, Lucía... YO QUIERO BAILAR T... ¿Dónde está Marta? ¿no estaba antes aquí?
- No... no sé, la última vez que la vi estaba poniendo música con Eva.
- Búscala, anda, que ya casi son las 12 y tú te conoces la zona y donde suele ir Eva.
- Ummm...
- Andaaa... como no vayas pronto empezaré a comerte a besos.
- Estás loco...
- Si, loco por ti.
- :D... anda, voy. Además, va a llover.
Consiguió soltarse de él y esquivar a dos o tres parejas que corrían al mar. Pasó junto a las últimas hogueras y se le ocurrió ir hasta la casa de Eva. Las luces estaban apagadas, a través de los cristales sólo se veía oscuridad adivinándose las siluetas de los muebles, la puerta también estaba cerrada. ¿Dónde se habrán metido?, pensó, se acercó a la esquina que quedaba oculta a la playa de cara a las rocas, mientas volvía la esquina un pensamiento fugazmente inquietante cruzó su mente ¿qué estaba haciendo ella allí?... Recorrió la pared blanca con la mano, manchándose de cal, y se quedó parada de golpe. Eva tenía cogida a Marta por la cintura y ésta pasaba los brazos sobre su cuello a la vez que la besaba profunda y firmemente.
Lucía se sintió morir. Nada que hubiera visto se le habría afilado tanto en el alma como aquello, quería irse, echar a correr de allí inmediatamente, pero tenía los pies clavados al suelo y los ojos fijos en los labios entreabiertos de Eva.
Como si presintiera algo abrió los ojos, inconscientemente aumentó la presión sobre las caderas de Marta de forma que ésta, extrañada, también abrió los ojos separándose un poco de ella.
- ¿Qué...?
No quería hogueras, no quería baños a medianoche, sólo quería que la lluvia que caía sobre sus hombros se fundiera con sus lágrimas, así sabrían menos a sal, menos a sí mismas. Había dejado de correr, caminaba sin rumbo fijo, sentía como si dentro de ella se hubiera roto algo, una ilusión, una esperanza. No podía quitarse aquella imagen de la cabeza, había soñado tantas veces esa misma escena con ellas dos, sintiendo los labios de Eva sobre los suyos, sus manos recorriendo su cuerpo, sus contornos, sus curvas... sintiendo la pasión que ahora la ahogaba brotando de su boca a la suya, llenando sus sentidos del deseo que la volvía loca. La llave le temblaba en los dedos, las gotas empapaban la acera y la cerradura se le escapaba una y otra vez, cerró los ojos contra la puerta y asió fuertemente el picaporte mientras volvía a intentarlo. Chas, el chasquido la introdujo en las sombras de la casa que dijeron adiós a las luces de la calle. Se sentó de cara a la ventana, a lo lejos se escuchaba I need you tonight de INXS; ¿por qué? Se preguntó, ¿por qué?... Dios, la quería, la quería con toda su alma, sería capaz de dar la vida por ella... quería morirse, quería vivir para enamorarla, la odiaba por no darse cuenta de nada, la amaba por ser el amor de su vida. Las últimas gotas de lluvia mojaron los cristales, hacían reflejos a la luz de la luna, ¿pensará en mí alguna vez?... las 12 en el reloj sonaron, había salido el arco iris, creyó en la magia, aquella noche creyó, después de todo, en la magia, elevó sus sueños allí donde los deseos se confunden con el azul del cielo y creyó en el poder de la fe; miró al arco iris y se quedó un rato así, la mirada en las estrellas, el alma en los labios.

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